Un pueblo bajo el agua durante más de 20 años
Recuerdo las primeras fotos que vi de Epecuén y también recuerdo mi asombro. En ese entonces el agua aún no había bajado y solo se podía llegar en bote, flotando sobre casas, cementerios y plazas. Abajo habitaba una ciudad de la que solo llegaban a distinguirse algunas formas.
En los años 70 Epecuén era el Mar del Plata de las aguas termales. Con un enorme complejo de piletas, hoteles, casinos y todo lo que una ciudad turística pudiera necesitar. Lo visitaba gente de todas partes que llegaba buscando la salinidad y propiedades de sus aguas, solo superadas por el mar muerto.
La madrugada del 10 de Noviembre de 1985 y a causa de errores humanos un muro de contención cedió y aquel agua que tanto les había dado lo ocupó todo.
Más de 1500 personas abandonaron sus casas con lo que llevaban puesto, pensando que apenas baje podrían volver. Pero el agua no bajó y recién después de 20 años la ciudad emergió congelada en el tiempo.
Durante nuestro primer viaje en bicicleta de BsAs a Junin de lo Andes teníamos en cuenta que íbamos a pasar muy cerquita de este lugar que tanta curiosidad nos despertaba, y cuando llegamos a Carhué dudamos en visitarlo.
Nos despertamos temprano y salimos con nuestras bicis a recorrer los pocos 4 km que nos separaban de Epecuen. El día estaba gris y nublado, pero al principio nada de eso tenia demasiada importancia. Hasta que finalmente empezamos a acércanos y todo el paisaje cambio rotundamente. La vegetación y los arboles se imponían secos, petrificados, generando una sensación extraña, que no podía calificarse en nada que hayamos sentido anteriormente. Todo parecía estar muerto, olvidado, pero a la vez se levantaba ante nuestra mirada poderoso, creando una presencia que era imposible de ignorar.
Pedaleamos otro poco en silencio con el comentario “que raro…” mas presente que nunca entre nosotros. Distinguimos a los lejos una edificación grande y cuando nos acercamos no tuvimos mucho mas que preguntar. Se podía leer en grande la palabra MATADERO, la construcción era muy particular, monumental con formas y geometrías atípicas que lugo supimos eran de un famoso arquitecto llamado Salomone que se caracterizó por la particularidad de sus construcciones en la provincia de BsAs.
Pero el día gris, las nubes, los árboles petrificados y ahora esa enorme y extraña construcción con la palabras matadero reluciendo gigantes en su fachada ya nos parecía demasiado. En cualquier momento se aparecía el hombre manos de tijera y estábamos completos, Tim Burton un poroto al lado de esa escenografía natural con la que nos habíamos encontrado.
Seguimos un poco más, cruzamos una plaza abandonada y tragamos saliva. Una calle finita nos llevó por una cuesta y cuando Epecuén se apareció ante nosotros el “que raro..” fue suplantado por silencio y miradas hondas. Nos habíamos imaginado un lugar pequeño, con apena