Paso Jama

 

La lenta adaptación

1,2,3, 4 pedaleadas y no puedo más, no voy a poder mas, me quedo acá, acampo donde sea o no acampo, pero de acá no me mueve nadie.
El Sol pegaba con fuerza, la respiración cortita, el corazón desencajado y las piernas completamente ausentes, me las palpaba, estaban ahí no había dudas, les hablaba, les prometía chocolate y fideos con atún, pero no había forma de convencerlas, estaban en huelga, me hacían piquete y yo terminaba el día resignada, sentada sobre una piedrita y  mirando para arriba todos esos zigzag que se perdían hasta el infinito por las montañas, esperando poder llegar a alguna negociación con esas dos sindicalistas del pedal, para que al otro día me dejen subir.
Después de mas de 1 año de planear y soñar con la cordillera, la Cuesta del Lipan nos daba la bienvenida con 2000 metros de desnivel en tan solo 36 km.
Salimos de Purmamarca con nervios, ansiedad y muchísimas ganas de empezar a pedalear, la salida se había estirado más de lo que habíamos planeado, las expectativas e incertidumbre se nos estaba convirtiendo en un monstruo de discusiones e hipótesis absurdas. Pero por suerte y gracias al aprendizaje que te van dejando los viajes, sabíamos que simplemente teníamos que subirnos a la bici y salir yaa.
El primer día la pendiente era leve, pero el cuerpo aun no respondía como hubiéramos deseado, fueron 13 km totales que nos pisotearon nuestra pequeña planificación y nos demostraron una vez más que nunca vamos a terminar de aprender. Nuestra idea era subir Lipan en 1 dia y acampar en la bajada…juajuajuajuajuajua…la cuesta se descostillaba de risa y nosotros un poquito también.

 

El último viaje lo habíamos terminado sintiéndonos fuertes, con la sensación de que con paciencia y tiempo la bici te lleva donde sea. Pero de eso ya habia pasado mas de 1 año de ciudad, asados, camas mullidas y nada, pero nada de bici. Habíamos mirado mapas, sacado cuenta de días y kilómetros, habíamos hablado del paso Socompa, de San Francisco y Pircas Negras, habíamos nadado mucho, muchísimo durante todo el año, si Lipan se inundaba estábamos salvados, la podíamos cruzar pecho, crol o mariposa sin ningún problema. La cosa fue que Lipan nunca se inundo y durante todo ese año no habíamos andado en bici, ni hablado mucho de Jama. No habíamos pensado en empezar despacito para adaptarnos a la altura y mucho menos habíamos imaginado que gracias a todo eso Lipan nos podía llegar a costar casi como subir El Acay.
Después de aquellos primeros 13 km de estreno de ruta y gracias a Marcelo y Patricia los ciclistas viajeros que también andaban en esto de cruzar Jama, acampamos en la escuelita del pequeño paraje de Puerta del lipan. Charlas, gente linda, intercambio de historias y volver muy de a poquito a sentirnos en viaje.

 

Al día siguiente ofrendamos a la Pacha para pedirle permiso, que nos cuide y a subir. El paisaje era hermoso, un camino infinito que serpenteaba entre montañas , las nubes bajas creaban sombras y luces y la cuesta se volvía un laberinto de cerros por descubrir. Nuestro estado no era el mejor, la respiración costaba cada vez más y las subidas se hacían muy pesadas, sobre todo en algunas curvas que se llevaban hasta la última pizca de fuerzas para dejarnos boqueando como pescaditos y con las palpitaciones al borde del infarto. Tomábamos agua, mucha, muchísima agua, porque sabemos que en altura y para ayudar a la aclimatación es uno de los factores más importantes. Pero la aclimatación aún tardaba en hacer efecto y nosotros seguiamos boqueando como pescaditos una curva y otra más.
Javi estaba mejor, de pronto me dejaba abajo y se subía 3 cuestas juntas sin parar para sacarme una foto desde lo alto. Yo lo miraba subir quietita pensando que evidentemente estaba en mejor estado que yo, una vez arriba el me sacaba la foto y entonces yo empezaba a recorrer el mismo camino pero con 20 paraditas más para respirar.
El segundo dia fue el peor o por lo menos así lo percibía yo. Recorrimos un total de 13,25 km y la cuesta seguía muriéndose de risa. Yo estaba muerta, no había forma de que pedalee ni un metro mas, el cuerpo me había abandonado. Acampamos al costado de la ruta arriba en un playón de tierra, justo en una curva donde se ve una casita y unos corrales de piedra, a partir de ahí empezaban los últimos y supuestamente más complicados zigzag hasta el Abra. Javi se fue a buscar agua un poquito más arriba al costado de los corrales donde había un cañito que la traía desde lo alto y yo me quede a cargo del armado de la carpa, cuando Javi volvió 30 minutos después yo aún estaba intentando terminar de armarla. Mi cuerpo no me respondía y todo lo tenía que hacer con una enorme y eterna lentitud. Al rato llegaron Marcelo y Patricia que se habían tirado a dormir una siesta más abajo, yo comí unas galletitas con paté y el cuerpo empezó a reaccionar. Al parecer mi debilidad no era solo a causa de la altura.

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El tercer día nos despertamos con un amanecer de esos que te llenan de fuerzas y te hacen recordar porque se te ocurre andar cruzando cordilleras en bici. Los dos nos sentíamos muy bien. Desayunamos potente para que no nos vuelva a pasar lo del dia anterior en el que seguramente agregado a la altura se había sumado la falta de comida en el cuerpo. Javi se recalento la polenta con salsa de la cena y yo me comí una olla de avena con leche. Apenas salimos a pedalear el cambio fue rotundo, ya no estábamos tan agitados y las subidas, eran solo subidas, íbamos haciendo zigzag, escuchando música, haciendo chistes, ya no mirábamos para arriba con la boca abierta pensando cuando se terminaria la tortura. Lo estábamos empezando a disfrutar y se notaba en las caras y las sonrisas.
Ese tercer dia de pedaleo llegamos sin problemas hasta el Abra de Lipan, festejamos mucho y vimos que una enorme nube de tormenta se acercaba cada vez más. Desde ahí arriba podíamos ver todo aquel camino de curvas que tanto nos había costado, era bellísimo, los ojitos nos brillaban porque sabíamos que era nuestra primer pequeña etapa lograda de estos 43 cruces de los andes. Después del abra el gps nos decía que aun nos quedaba subir un poco hasta llegar a la altura máxima de la cuesta, nos preocupaba bastante la tormenta y queríamos bajar rápido, pero ese poquito mas se hacia algo eterno, subimos unos 4km y finalmente ahí estaba, 4170 msnm, foto, abrigarse y a bajaar.

 

Apretando mucho los frenos para aminorar la velocidad y con viento a favor llegamos al paraje de Saladillo, preguntamos sobre algún lugar donde armar la carpa a un señor y nos ofreció el salón parroquial de su pueblo para dormir reparados y cómodos. Esteban era el único poblador de ese pueblito, nos contó que todas las casas estaban vacías pero que pertenecían a familias que venían los fines de semana porque trabajaban lejos. El era un hombre de viajes, durante años había trabajado en distintos pueblos y ciudades a lo largo del país. Nos contaba que tenía un sueño y era lograr recorrer la Argentina entera. Hablaba claro y lento con ojos curiosos y de buena gente, nos contó del clima, de su familia, de su pueblo y animales. Parecía tener unos 50 años pero la edad del cuerpo por esas zonas es engañosa. Hacía varios años que su mamá había muerto y entonces tuvo que volver a cuidar la casa y los animales, pero decia que aun tenia la esperanza de poder terminar de conocer el país. Esa noche entre las montañas hubo varios relámpagos y nosotros supimos que viajando en bici por la cordillera y en la época en la que nos encontrábamos era algo a lo que nos íbamos a tener que acostumbrar. Al día siguiente nos despedimos de Esteban dejándole nuestro mapa, y mientras el lo recorría con los dedos apuntando uno y otro punto, nosotros nos fuimos alejando, con la esperanza de que ese papel dibujado y Don Esteban lleguen viejos y arrugados a conocer todo el país.

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En bajada llegamos a Salinas grandes, blanco adelante, a los costados y atras tambien blanco.  El Sol rebotaba en la sal y el calor era cada vez más intenso, nos quedamos en las salinas paseando y sacando fotos hasta las 2 de la tarde y cuando nos sentimos cuasi incinerados entendimos que ya era hora de seguir. Nos quedaban unos 75 km hasta Susques y nos habían dicho que era una recta con poca subida. Medios incrédulos empezamos a pedalear, ya nos diría el camino hasta donde llegar. Al principio la recta sin subida nos dejó ir a 25km sin mucho esfuerzo, hicimos 50km en pocas horas y paramos a descansar del calor  bajo la sombra de nuestras bicis, sacamos cuentas y como buenos ilusos creímos poder llegar a Susques para pasar fin de año, 3km despues la recta sin subida se volvio curvas con pendiente y los 25km por hora bajaron a 10, 9, 8 km. A las 18.30hs un cartel nos contaba que estábamos en mal Paso y entonces la subida se puso insoportable, llevábamos 62 km, nos faltaban 25 más de pendiente hasta Susques y ya estábamos bastante cansados, así que los planes de fin de año tuvieron que modificar la locación. Despedimos el 2015 en una casita a medio construir al costado de la ruta y un brindis con fideos, atún y salsa. Había mucho polvo, traíamos la mugre y transpiración de 4 días, estábamos físicamente agotados, con los labios y la piel completamente seca, comimos rápido mientras el sol se escondia entre los cerros y la luz con sus rosas y las nubes con sus turquesas, hasta que de poco el cielo se volvió millones de pequeños brillos, de satélites y estrellas fugaces. Lo miramos por última vez antes de meternos a la carpa con la sonrisa cansada para despedirnos hasta el próximo año, convencidos de que la distancia entre los deseos y la realidad solo queda a unas pocas vueltas de pedal.

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Después de 25 km de subidas y bajadas agotadoras vino la llegada a Susques y unos sándwiches en el cordón de la calle principal mientras entre sonrisas disfrutabamos del gran desfile de machados que los festejos de año nuevo habían dejado por las calles. Algunos pasaban llorando por un amor perdido, otros nos saludaban eufóricos y tambaleantes. Ya no teníamos nafta para la cocina y el empleado del único surtidor del pueblo no pensaba trabajar hasta el otro dia. La idea era seguir un poco más, pero sin nafta la situación cambiaba bastante, no nos quedaba más alternativa que esperar hasta el dia siguiente. Esa tarde dejamos descansar la carpa y recibimos el primer día del año bañados y sobre colchones.
¿Como estábamos despues de 5 días desde nuestra salida? Estábamos bien, no muy bien, ni fantásticamente bien, solo asi, bien. Porque el cansancio aún era el protagonista y la mutación a cicloviajeros se hacía lenta pero progresiva. Era cuestión de tiempo y eso lo sabíamos muy bien. Teníamos que esperar hasta volver a sentir que nuestra casa era el mundo y que el mundo éramos también nosotros. Para ser subidas, bajadas, pájaros, vicuñas y tormentas, así como también somos poros, manos, uñas y aliento.

 

El 6to dia nos sorprendió como más nos gusta, a un costado de la ruta y en medio de la nada a 18 km de Susques encontramos una casa y nos acercamos a preguntar por agua, en menos de 1 minuto estábamos con dos vasos de vino en la mano frente a un corral lleno de cabras y ovejas, el dueño de la casa un hombre de unos 70 y tantos años nos señaló los vasos y nos dijo “hasta el fondo”, solo despues de que terminemos con la última gota de vino levantó la soga y nos dio permiso de entrar al corral. Entonces nos llevó hasta una mesa llena de lana de colores y cartones de vino, nos ofreció hojas de coca, nosotros aceptamos y agarramos algunas, pero entonces insistió con la la bolsa ” mas, mas!!” así que seguimos sus consejos y terminamos con el cachete deforme. Lo siguiente fueron cigarrillos y un poco de vino para la lana. Nos explicaron que los días siguientes a año nuevo en toda la zona se hacía la señalada, que consiste en marcar con un corte (según cada dueño) y florar (decorar con lana de colores) a todos los animales, dando siempre las gracias a la pachamama. En este caso los propietarios de la casa y animales eran dos señores mayores a los que varios amigos y familiares habían venido a ayudar.
De la ruta a un corral lleno de cabras, ovejas, polvo y niños que nos querian hacer tomar vino a toda costa. Al principio mirábamos desde un costado sin entender demasiado a toda esa gente corriendo cabras y riendo como locos. Pero no pasó mucho tiempo hasta que los que terminaron saltando y persiguiendo cabras fuimos nosotros.
Nos teníamos que quedar a almorzar nos dijeron y no hubo explicación que los convenza de los contrario, las bicis podían esperar: Mesa larguísima, carne de llama con arroz y la curiosidad de ambos lados.
-Ellos: ¿De donde son?¿Para donde van?¿No se cansan de andar en bici?.
-Nosotros: ¿Cuánto les queda por señalar?¿Vivieron acá toda su vida?¿Es muy frío en invierno?…..
A las 4 de la tarde las llamas bajaron del cerro para entrar al corral en patota y nosotros nos montamos nuevamente a nuestras bicis despues de despedidas y abrazos llenos de agradecimiento. El objetivo del día por pedalear ya estaba perdido, pero nuestros ojos brillantes demostraban que en el trueque sin dudas habíamos salido ganando.
Javi miró para atrás y pronóstico tormenta eléctrica. Las piernas giraban lo más rápido posible, las nubes negras crecían, se inflaban, ocupaban todo el azul y las piernas giraban aún con más fuerza porque arriba ya todo era gris preocupación. Llegamos al salar de Olaroz, tormenta eléctrica y salar no era una combinación saludable, apenas vimos los galpones de una minera no lo dudamos ni por un segundo, entramos y nos recibió Mariano, le había tocado pasar fin de año entre sal y maquinarias, alguien tenia que quedarse a cuidar las instalaciones y nosotros tuvimos la suerte de que sea el. Mariano con toda su amabilidad nos permitio refugiarnos en un galpón y se disculpó por no poder ofrecernos algo más cómodo, como si no fuera suficiente estar bajo techo entre mates y galletitas mientras afuera el cielo se volvia una fiesta de truenos y relámpagos.  Nos tranquilizo explicandonos que el lugar tenía pararrayos y no pudo decir mucho más, porque para cuando se dio cuenta nosotros ya estábamos en medio del salar, inmóviles, ausentes de todo, abstraídos bajo un cielo de luces, sin preguntarnos nada para lo que no existían respuestas, parados en el salar de Olaroz con los ojos húmedos, frente a todo eso del sin razón de existir.

“Etéreo:  sutil, volátil, impalpable, sublime, irreal, abstracto, puro, elevado.
La vida te entra en el pecho, estalla y ya no necesitas más explicaciones.
De dónde venimos? A dónde Vamos?
Que importa. Respiro. El mundo es sin palabras ni significados.
Ese es nuestro gran tesoro.
Nosotros somos el mundo.”

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Muy de a poco el apuro y la ansiedad se volvió paciencia, una enorme e inagotable bola de paciencia. Para ir despacito y sin problemas aunque el viento o la subida. Así fue como finalmente tuvimos San Pedro de Atacama, el Licancabur y la satisfacción del primer paso logrado, ya quedaban 42  y eso hacía todo posible.

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6 Comments

  1. Genial se me ocurre que estoy participando del viaje. Excelente toda la descripción, muy hermosa la actitud de la gente, como siempre en esas regiones.


    • Que buenoo!!!Muchisimas gracias Miguel!! Un fuerte abrazo!!!

  2. Los admiro, amigos del Pedal,, Tremendas sus aventuras,, con fotos tan magnificas que parece que se esta viendo el paisaje en vivo... Un relato que apasiona desde el primer momento,, Genial traavesia,, Muchos abrazosssss al equipo.


    • Ufff muchisimas gracias por los alagos Ernesto!!! Que bueno saber que de alguna manera se llega a trasmitir lo que sentimos. Un gran gran abrazo!!!

  3. Excelente relato me sentí uno mas entre ustedes, q realismo para contar tan anecdótica experiencia... soy de san Juan calingasta y en su paso x acá mi pareja Martín tubo el gusto de conocerlos cuando un temporal de lluvia los obligo a parar en el control fitosanitarios en la entrada del departamento y como él también es un loco x la bici prometió algún día vivir una experiencia como las suyas y yo como su compañera decidí q cuando eso suceda voy a acompañarlo... les mando un abrazo y muchas bendiciones para cada uno de sus viajes.


    • Hola Cintia!!! Que lindo que escribas y claro que nos acordamos de Martin, pasamos una laarga noche ese dia y charlamos mucho, el nos conto de vos y de su pasion por la bici. Que buenisimo saber que ya tiene compañera de viaje, ahora solo queda elegir destino, cagar las bicis y salir. Aca estamos para los que necesiten. Les mandamos un grandisimo abrazo a los dos y ojala para la proxima nos encuentren las rutas. Besos!!!




       

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